ESCRITO SIMPLE PARA UN OPORTO COMPLEJO
No soy de distinguir cantos de pájaros pero juraría que lo que escucho estos dos últimos días son gaviotas. Nunca las percibí en este pueblo. Me regalaron amaneceres marinos en la playa de mi vida y sin embargo ahora me transportan a Oporto. Ellas, símbolo indispensable junto a la lluvia de los días en los que solo era gris el cielo, mi piel mucho más joven y mi pasaporte más valiente y menos arrugado. Me acercan muy al pecho recuerdos de mi querida hermana Julia, del Duero acogiendo las miradas que perdía sobre él, de atardeceres en un piano-bar de Foz, de la agresividad acuática del Atlántico sobre pedruscos erosionados, de las ropas tendidas en la playa de Gaia, de los vinos que mi cuerpo aún no quería gustar ni degustar, del barrio donde se aglomeraba compartir y vivencia internacional, de la Ribeira nocturna, del bullicio del Piolho … Todo ello es como si lo desplegara una simple, y a la par gran, gaviota. ¡ Ay qué ver qué formas moldeables poseen los recuerdos, los