SANITARIOS DE MAYÚSCULOS ABRAZOS SIN DARLOS



... 9 meses después.

Domingo mañana. Café en mano. Bebé durmiendo junto a su papá con una estampa visual de esas que se graban en la retina para amoldarse de por vida (o lo que dure) en la memoria.

De entre las numerosas páginas de lactancia materna o maternidad que me gusta seguir, leo un artículo sobre la primera hora postparto, que lo titulan "Después del parto hay una hora sagrada para la mamá y el bebé". http://www.lanacion.com.ar/1731729-despues-del-parto-hay-una-hora-sagrada-para-la-madre-y-el-bebe


Su estudiada importancia respecto a la angustia por separación que se pueda o no sentir en un futuro por parte de la criatura maravillosa que acaba de recien llegar al mundo. Asiento con magestuosidad y admiración cada palabra. Debiera haber una sala a la que te llevaran una vez sales del paritorio para poder vivir ese tiempo en la más absoluta intimidad. Dejar que las lágrimas, la emoción, la sensación de unicidad en el mundo que se vive entre madre e hijo sea la que premie en esos momentos.


Por desgracia no es así; muchas veces los bebés se tienen que ir a neonatos, otras veces entras en el círculo de la frialdad que etiqueta al momento de "cada uno tiene su papel y aquí no ha pasado nada importante"; uno limpia, otro recoge, otro piensa en el almuerzo ... En fín, nada excepcional ... total "acaba de llegar una vida al mundo", para qué emocionarse con tal bienaventuranza, ¿verdad?


Habrá que quedarse con ese instante que sí que es para recordar en el que te sacan en camilla y ves al papá y a los abuelos con unas sonrisas que podrían pintar de colores las paredes sin necesidad de brocha. Esas frases que te regalan entre sollozos y que suenan a abrazos en el corazón, esas lágrimas puras purísimas de felicidad. Ahí sí que piensas por qué no son ellos los que te han sacado a la criatura ... sería tan tan felíz, ¿verdad? Los paritorios serían muy familiares.


Pues no es imposible ... Yo he vivido eso y sin ser familia. Existe el mundo Cuidix (el cual os recomiendo fervientemente). Una filosofía, una forma de vida, una magia en formas creada por Maite Urchueguía, mi Otorrino-laringóloga, amiga y ser excepcional. De su mentalidad Cuidix dice que se la inculcó su madre y ella hace gala en cada palabra, cada gesto, cada abrazo. Necesitaría otro post para hablar de Maite). A lo que iba; médicos, enfermeros, auxiliares, anestesistas ... todo un equipo que desde el minuto cero en el que ingresas te hacen sentir como en casa. Cuando te bajan a quirófano, tapada con la sábana y la tonelada de nervios que va en tu pack personal y genético, y no hace falta que te den un abrazo porque el trato vale por cientos de ellos.


En mi caso he vivido una operación con Cuidix, y mi recuerdo es maravilloso. Desde que llegué, esperé, me anestesiaron, me extirparon parte de mi zona gargantil, me despertaron ... En fín, todo. Al camillero solo le faltó hacerme un caballito con la cama mientras me llevaba tanto a quirófano como de nuevo a la habitación. ¡Cuánta transmisión de buena energía! No sé si me equivoco pero ... ¡Gracias Johnny!


Fueron maravillosos. Inolvidables. Mi eterna gratitud por su psicología.


Por desgracia mi parto no fue así. Me recibió un anestesista avinagrado al que solo me faltó pedirle de rodillas que me calmara de tanta ansiedad por incertidumbre y miedo ( de que le pasara al bebé algo) que sentía. Él tenía bastante con ignorarme, mirar su portátil y entrar y salir de quirófano como un alma amargada. Qué lástima, alguien tan joven y tan agrio.


Y ahí estaba yo, sentada en el borde de una mesa de acero, con las piernas colgando que no podían temblarme más, preguntándome por qué no había nadie allí a mi lado dándome calma y paz en un momento tan clave tanto de mi vida como para mi psique. Y lo que es peor; por qué no había nadie allí.


Resultó que la mayor amabilidad la hallé en las auxiliares que preparaban y limpiaban el lugar donde yo iba a vivir el momento más importante de mi vida, el lugar que debía encargarme de iluminar, dando a luz a mi hijo, para sustituir tanta oscuridad y frialdad. También, después, me llegó simpatía por parte de una matrona que había visto en uno de los controles por monitores.


Mi ginecóloga llegó y sin hablar le grité con los ojos el pánico que sentía pero nada ... ella se fue a revisar mis papeles antes que ofrecerme un poquito de acercamiento y paz. No es que yo sea tan "tiquismiquis" como para necesitar que me cojan de la manita para no llorar como una cría en un momento de mujer pero qué diferente fue a la llegada de la segunda ginecóloga. Ésta nada más entrar me preguntó cómo me encontraba (por mi ansiedad más que generalizada, porque era una césarea en la semana 37 y llevábamos 4 de ellas frenando con medicación y reposo su nacimiento), me vió nerviosa, cogió sus papeles y vino a mí. Me acarició las piernas, esas que empujaban nervios cada segundo cual si fueran descargas eléctricas. Pues, fue recibir la caricia y todo mi cuerpo entró en automática calma. Una paz y un bienestar que era lo que necesitaba para poder centrarme, para bajar de ese estado de histeria desmedida y asentarme en la maravilla que me esperaba.


Qué casualidad que esa no era mi ginecóloga durante el todo el proceso de embarazo, esa había sido una dulzura de ser que me había operado, un año antes, tras perder a mi primer hijo a las 9 semanas de gestación.


Hay personas que no se olvidan, y vuelven de nuevo a actuar de "abrazo protagonista" en los momentos claves de la vida de una. Mireia es una de ellas.


El resto, ya se resume en una cesárea más complicada de lo habitual, cuatro brazos intentando girar a un bebé que se hallaba con cabeza bajo mi pecho y que costaba sacar. Momentos largos y más largos en los que no sabes si todo va bien porque nadie te explica, nadie te calma, nadie se asoma a la parte de la sábana en la que sólo existen tus miedos y tú.

Solo el silencio y esos movimientos, que no duelen pero los sientes perfectamente, son los que se encargan de envolverlo todo.

Eso sí, me regalaron un buen esguince de costilla gracias a una maniobra de esas de "parto no respetuoso" en la que el "amable" anestesista (discúlpenme la ironía y la risa que esbozo) dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre ellas para ayudar a las ginecólogas (tras un grito de: - Miguel, ayudaaa-. ) a empujar y que pudiera salir mi hijo. Todo hubiera entrado dentro de la normalidad urgente que supone que cada segundo en un parto es clave para el correcto nacimiento y futuro desarrollo del bebé sino me hubieran negado luego una placa durante mi ingreso del increíble dolor que sentía en las costillas. Ni las heridas propias de la cesárea eran tan dolorosas como esa costilla dañada.

David nació con su carita y cuerpecito amoratados, eso no quiero ni recordarlo pero también me resulta imposible no hacerlo. A las 2h de su llegada a mi pecho tuvieron que alejarlo de mí durante 17 larguísimos días (los peores de mi vida) y alojarlo en una incubadora donde el método canguro ni está ni se le espera, pero esa ya es otra historia.

[Qué mal se hizo todo después en cuanto a explicaciones. Parecía que se quisiera tapar algo. No reconocer que costó, que fue un parto traumático, que tanto los moratones de mi hijo como los de su madre habían sido necesarios o innecesarios. Que en su historial sí se citan tras el ingreso en UCI los múltiples hematomas, que mi placa (hecha por urgencias tras mi alta) mostraba perfectamente una lesión.
Cuando se niega u oculta algo ¿es que no se hizo como correspondía?
Sí, está claro el consejo común, que me debo quedar con el presente, con la dulzura que la vida me dió por regalo llamado David aún así ... la historia es algo que como su nombre indica; permanece].

Mis preguntas siguen siendo, por qué no preparan psicológicamente a los sanitarios encargados de los partos, por qué no humanizan el momento, por qué si eligieron traer al mundo a vidas no hacen para que su llegada marque la de la madre de manera más positiva y emocionante, aún, si cabe.

La felicidad, el respeto, la calma y el buen karma hacen que un profesional sustituya sus minúsculos cariños en unas mayúsculas para el paciente y eso no es más que la profesionalidad más limpia e intachable que pueda existir.


TEXTO Y FOTOGRAFÍA:
David· un bebé que crece sano, felicísimo y rodeado de amor.
Karla· una madre mirando hacia el pasado para seguir mejor por el presente.

( APRENDIZAJE DE HOY: La vida me enseña para poder enseñarte yo a tí, David. En este caso con rectificaciones y puliendo los errores de otros.
Resaltaré en tu vida la empatía para que seas un niño y un hombre comprensivo).



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Comentarios

  1. No conocía esta historia... Muy dura Karla.
    Así suelen ser los partos ( por desgracia). El mío no fue una excepción... Hasta el mismo momento en el q me puse de parto no decidí si ir al público o al privado, al final opte por parir en el público.
    Todo fue viento en popa hasta q, ya completamente dilatada, mi peque no sacaba la cabeza, algo se lo impedía.
    En la habitación sacaron al papá y seis, si si, SEIS mujeres se colocaron a los pies de la cama mientras cuchicheaban...
    Lloré, lo admito, llore como una niña por el miedo y el dolor q sentía..y sabes que recibí a cambio? Esta maravillosa frase: menos llorar y más empujar.
    Me moría del dolor, algo no fue bien con la epidural y me durmió de ingles para abajo por lo que ni podía empujar..
    Con la ayuda de una ventosa y una episiotomia que parecía la carretera de un circuito automovilístico,mi niño vino al mundo.
    Ahora toca mirar para adelante, disfrutar de nuestros peques y compartir esta gran ventura que es ser mamá :)

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  2. Ay, Olalla, también alucino con tu experiencia. Da tanta pena que puedan marcar nuestros recuerdos con esa falta de tacto y humanidad. Verdad? No obstante, seguiremos disfrutando como nadie de este divino camino que implica el ser mamá.
    Un abrazo grande y un achuchón a Breo!

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Muchas gracias por comentar en el Abrazo de David.
Espero verte de nuevo.

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